Esos espacios Sunday, February 26, 2006 |
Es tan fácil echarle la culpa a los demás, pero tan difícil admitir que la culpa no es ajena. El orgullo me consume y se me hace tan difícil pedir perdón, tan difícil admitir que mis errores son mas grandes que los de los demás.
Es tan fácil hablar de lo malo, pero tan difícil hablar de lo bueno. Porque se me hace tan y tan fácil escribir de todo lo malo que haga alguien, de todo lo malo que me pasa; pero cuando quiero escribir de algo bueno, de algo que me produce felicidad, me encuentro sin las palabras para describir algo que parece tan simple, pero no lo es.
La felicidad parece ser más abstracta que la amargura, que las lágrimas y que las frustraciones. La felicidad parece ser una cosa tan invisible, tan pasajera tal vez, que no puedo encontrar las fuerzas ni las palabras para poder visualizarla, describirla.
Y mis frustraciones, que también son pasajeras, las encuentro a mi disposición, modelando para mi pintura, modelando su cuerpo tan presente que no tengo que imaginar cosas que no están allí. Pinto las frustraciones con las palabras, dando un cuadro que es tan real y tan doloroso como el modelo que tuve de frente.
Con las palabras pinto cada color, cada detalle, cada forma y cada contorno de las frustraciones. Pero la felicidad parece ser sólo un simple susurro que no puedo pintar, una sensación tan presente pero tan imposible de moldear. Entonces la felicidad envuelve cada parte de mi ser, pero no está ahí de frente, no está dispuesta a modelar para mí, como un fantasma que oigo, siento… pero que no veo.
Mi vida medida por estas palabras parece ser una historia fatal, un cuento de horror y sufrimiento; lágrimas que parecen ser infinitas. Pero son esos espacios entre cada escrito, quizás los espacios entre cada palabra, los que relatan la felicidad… Ese silencio que trata de describir lo que realmente ha sido mi vida, aquellos momentos que sí quiero recordar.
Es tan fácil hablar de lo malo, pero tan difícil hablar de lo bueno. Porque se me hace tan y tan fácil escribir de todo lo malo que haga alguien, de todo lo malo que me pasa; pero cuando quiero escribir de algo bueno, de algo que me produce felicidad, me encuentro sin las palabras para describir algo que parece tan simple, pero no lo es.
La felicidad parece ser más abstracta que la amargura, que las lágrimas y que las frustraciones. La felicidad parece ser una cosa tan invisible, tan pasajera tal vez, que no puedo encontrar las fuerzas ni las palabras para poder visualizarla, describirla.
Y mis frustraciones, que también son pasajeras, las encuentro a mi disposición, modelando para mi pintura, modelando su cuerpo tan presente que no tengo que imaginar cosas que no están allí. Pinto las frustraciones con las palabras, dando un cuadro que es tan real y tan doloroso como el modelo que tuve de frente.
Con las palabras pinto cada color, cada detalle, cada forma y cada contorno de las frustraciones. Pero la felicidad parece ser sólo un simple susurro que no puedo pintar, una sensación tan presente pero tan imposible de moldear. Entonces la felicidad envuelve cada parte de mi ser, pero no está ahí de frente, no está dispuesta a modelar para mí, como un fantasma que oigo, siento… pero que no veo.
Mi vida medida por estas palabras parece ser una historia fatal, un cuento de horror y sufrimiento; lágrimas que parecen ser infinitas. Pero son esos espacios entre cada escrito, quizás los espacios entre cada palabra, los que relatan la felicidad… Ese silencio que trata de describir lo que realmente ha sido mi vida, aquellos momentos que sí quiero recordar.